Aproveché una migración de pájaros silvestres para evadirme.

lunes, 2 de mayo de 2011

Neruda

Sentada sola en aquel banco junto al almendro, la noche mecía con cariño mi cabello. Helado los dedos de mis manos que sostenían un libro, un libro que nunca quisiera soltar. Pena, impotencia y tristeza, leo verso a verso los poemas de Neruda, me sumerjo en sus tiernas palabras, en sus dulces momentos. Me duelen los pies, pero no importa por que la espera es leve si soñar puedo. Mientras leo, mi alma vuela lejos de aquí, y se sumerge en un verano, en una habitación, en esas noches. Y comienzas con cada verso a recordar cada instante. Cierras el libro y leo el titulo "Residencia en la tierra". Dejo caer mis ojos, no me hace falta libro para leer poemas, pues volando me voy a tu vera y los versos son el puente que a tu habitación me llevan, y allí acaricio tu pelo, y leo canciones, canciones de tu rostro, de tus ojos. El frío me hace sentir aún más viva a tu lado, y deseo que este sueño no acaba nunca, días eternos a tu lado entre tantas noches recitando, imaginando y volando. Tanto tiempo, tantos versos, tantos besos. Entonces la siento, siento tu mano junto a la mía abro los ojos para poder ver tu rostro, pero no estas, sigo sola en el mismo pueblo, en la misma plaza, con la misma gente. Agacho la mira y veo el libro, vuelvo a leer el titulo y entonces entiendo algo, la única residencia que existe para mí en la tierra es a tu lado.

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