Aproveché una migración de pájaros silvestres para evadirme.

viernes, 19 de agosto de 2011

como una golondrina.

Vuelve la tranquilidad, la soledad de esas tardes largas tumbadas en la cama pensando si he hecho lo correcto. Sentir otra vez esa rutina que golpea fuerte la puerta de mi habitación cada mañana. Un camino que se abre en dos y unos pies que solo pueden elegir uno. Las puestas de sol no volverán a ser lo mismo, pues es como la golondrina que abandona su nido sabiendo que nunca va a volver, que será destruido, y probablemente, sus huevos con él. Será por instinto de supervivencia o tan solo por miedo que nos alejamos de un nido que corre peligro, ajenos a todo lo que podemos perder. Exacto, soy como una golondrina que vuelve cada primavera con la esperanza de no tener que abandonar su nido por una vez. Pero por otra parte no quiero atarme demasiado tiempo a ese lugar, a esos recuerdos, a todo lo que guarda ese nido. Porque terminaré emigrando al llegar el otoño buscando otro nido más cálido. Soy la viva imagen de la indecisión y la inseguridad, de la comparación atrapada en un periodo de tiempo, en unas cálidas tardes de primavera que hoy me enervan hasta terminar por destruirme mi nido, quemar mi cosecha, tan solo para poder volver a extender las alas.

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