Aproveché una migración de pájaros silvestres para evadirme.
lunes, 29 de agosto de 2011
Como un pequeño matrimonio.
Yo no quiero casarme. Odio los compromisos amorosos, si amo lo haré sin unos papeles que lo confirmen. Pero aquello era distinto, inconscientemente nos comportábamos como un matrimonio, no un matrimonio clasicista por supuesto, pero si como un dulce matrimonio. Aquella casa que no solía frecuentar junto a él tenía el calor de un hogar. Aprendí muchas cosas mientras duró ese pequeño matrimonio. Aprendí que la mezcla de calor y frio no es buena para dormir y que quizás no siempre quisiera hacerlo. Aprendí que el placer puede estar en manos de otro y que el sexo y la culpabilidad van cogidos de la mano. Entendí que un abrazo llena más que mil palabras y que por mucho que intentes evitarlo acabará en algo más. También aprendí que no había sabor más dulce que la de un yogur a altas horas de la madrugada y un beso de buenos días. Creo que viví un "matrimonio de verano" pero es, fue y será el matrimonio mas condensado y dulce que viviré nunca. Aunque esto ya no suceda más, aunque no podamos revivir esos días, pasó. Y solo con eso puedo reanimar el placer de cada noche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario