Siempre he creído que el amor iba acompañado de una letra errónea. Que esa palabra, así sin más, se borraba. Era útil para llenar tu historia de color, pero con el tiempo te cansabas de pararte a colorearla. Hasta ahora, hasta hace segundos, tenía la certeza que el amor se escribía en minúsculas y que a la ausencia de un espacio mejor era la compañía. Pero se estampó contra mi cabeza un recuerdo paseando por las calles de Argentina. De tardes sentada en el Río de Plata viendo como juagaban los niños, viendo como la gente pasaba. Recordé esos ojos feroces de pupilas bravas, esas manos que con cada roce hacían temblar las sábanas. Lo llamaba compañero de cama, como una insignificante coma, como un loco que siempre se andaba por las ramas. Entre bares y clubes albergábamos nuestra esperanzas, procurando que al destapar el vino nuestros sueños no se escaparan. Matábamos hipotecas, ofertas denegadas de trabajos dándole caladas a un único cigarro. Y si el culo de la botella de ron se tornaba transparente, y no teníamos nada que por dentro nos abrigara, recurríamos al sudor, a que nuestros cuerpos nos calentaran. Y hacíamos el amor, mientras por nuestra ventana tenía envidia el Río que pese a nuestra pobreza, enriquecíamos las noches con pasivas batallas. Entre calles solitarias de Buenos Aíres, donde las mansiones no abundaban, podíamos encerrar la luna donde el sol no se atrevería a rescatarla. Dónde el olor del café barato marcaba el inicio de la desesperante mañana, y que el sabor a ron era lo único que te llegaba al alma. Éramos ricos entre aquellas cuatro paredes, en aquella calle llena de desconchones, en ese tercer piso de una pensión barata desde donde podíamos ver el agua. Éramos ricos con un poco de alcohol, un paquete de tabaco, y un colchón desde donde deleitarnos. Pero ante todo con el colchón que era donde más tiempo pasábamos. Pero ¿cómo sigue el amor después de hacer el amor?
Yo no lo sabía y me fui y me hice pobre. Creí que solo deje una chabola, un compañero y un poco de agua. Pero deje la primera letra de una palabra. Mientras más me sobra el dinero, menos puedo comprarla. Y cuando le escribí mi última carta a mi compañero sólo "mor" era con lo que firmaba, por que la "A" en su raído bolsillo estaba. ¡Lo feliz que sería con un cigarro, un bar y otros ojos feroces de pupilas bravas!
Aproveché una migración de pájaros silvestres para evadirme.
martes, 17 de julio de 2012
sábado, 7 de julio de 2012
Pequeñas cosas.
¿Alguna vez has intentado quemar una rosa? es ver cómo se marchita rápidamente, acelerar su muerte. Pero mientras muere su olor es más fuerte, el perfume inunda hasta el último poro de tu piel. Esa fragancia que hubiera regalado a lo largo de su vida, emerge en breves segundos para que cuando su color ya no se distinga, cuando la flor no exista, su aroma te azote la mente cada vez que caigas en su recuerdo.
¿Has intentado bailar una canción de violín? Hagas lo que hagas tus pasos siempre serán erróneos, no podrás pisar las notas de la melodía, es tan abstracta que solo los dedos del músico podrían valsarla. Pero sin embargo es como si tu mente se moviera con cada vibración de las cuerdas. Un paso, otro, otro y al final de la canción has pisado los pies de tu sano juicio.
¿Has fumado un cigarrillo bajo la noche estrellada? Es como si en cada calada absorbieras el universo, y tu mirada se vuelve humo subiendo y dividiéndose en partículas hasta poder tocar la Luna, cada átomo de vaho viaja a una dimensión distinta, y en un instante te sientes más viva de lo que te sentiste nunca. Entre la luz de los astros y la del cigarrillo es como si un foco dejara tus ideas claras y una mente despejada. Como si el universo y el tabaco se hubieran hecho para disfrutarlos juntos.
¿Has visto las siluetas de las montañas al caer el sol? Tan oscuras, parecen solo sombras en el horizonte. No se distinguen los árboles, ni el color, ni la forma de sus rocas. Es como un reflejo en el cielo, como si fuera un inmenso lago con estrellas. Y los colores de la puesta de sol se tornan más hermosos, como llamas que intentan prender al viento. Cuando deseas unirte a esa silueta y hacer formas mientras bailas un tango, o pensar lo bello que es contemplarlas con una buena compañía.
Y como dice Serrat, estas son algunas de las pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta, te tienen tan a su merced como a hojas muertas, que el viento arrastra haya o aqui, que te sonríen tristes si nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
¿Has intentado bailar una canción de violín? Hagas lo que hagas tus pasos siempre serán erróneos, no podrás pisar las notas de la melodía, es tan abstracta que solo los dedos del músico podrían valsarla. Pero sin embargo es como si tu mente se moviera con cada vibración de las cuerdas. Un paso, otro, otro y al final de la canción has pisado los pies de tu sano juicio.
¿Has fumado un cigarrillo bajo la noche estrellada? Es como si en cada calada absorbieras el universo, y tu mirada se vuelve humo subiendo y dividiéndose en partículas hasta poder tocar la Luna, cada átomo de vaho viaja a una dimensión distinta, y en un instante te sientes más viva de lo que te sentiste nunca. Entre la luz de los astros y la del cigarrillo es como si un foco dejara tus ideas claras y una mente despejada. Como si el universo y el tabaco se hubieran hecho para disfrutarlos juntos.
¿Has visto las siluetas de las montañas al caer el sol? Tan oscuras, parecen solo sombras en el horizonte. No se distinguen los árboles, ni el color, ni la forma de sus rocas. Es como un reflejo en el cielo, como si fuera un inmenso lago con estrellas. Y los colores de la puesta de sol se tornan más hermosos, como llamas que intentan prender al viento. Cuando deseas unirte a esa silueta y hacer formas mientras bailas un tango, o pensar lo bello que es contemplarlas con una buena compañía.
Y como dice Serrat, estas son algunas de las pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta, te tienen tan a su merced como a hojas muertas, que el viento arrastra haya o aqui, que te sonríen tristes si nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
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