Aproveché una migración de pájaros silvestres para evadirme.

martes, 29 de noviembre de 2011

Verano entre porros y pasiones.

Recuerdo esas noches por el olor a maría, y las conversaciones filosóficas. Las cortísimas faldas vaqueras y las estrellas de aquel cortijo. Pasábamos horas y horas fumando, reíamos de las golondrinas, del fuego o de nosotros mismo. Si la noche se calentaba y afloraba la pasión buscábamos cualquier lugar para follar (los picos de las mesas, las ruinas o los balcones). Recuerdo aquel verano por su exóticas noches sin parar de darnos placer, incansables. Cada noche con uno diferente y alguna que otra repetías con el mismos. Si se cruzaba la oportunidad se aumentaba el número y probábamos cosas nuevas. Pero lo que mejor recuerdo de ese verano fue la inesperada llegada de esos ojos negros y piel cubana. Ella si que calentaba mis noches. Era capaz derretir el hierro con el paseo de sus caderas por los pinares o sus baños desnuda en la alberca. Con ella me cansaba de los hombres y la maría no me hacia tanto efecto como mirar sus labios bailando trolas que nos tragábamos como bobos. Recuerdo ese verano porque fue con la única mujer que hice el amor. Me hacia olvidar el seductor busto de los hombre y sus insinuaciones, porque solo tenía piel para sus manos. No me consideraba lesbiana, porque solo era suya, nunca habría otra. Pasó dos largos meses entre los baños en la alberca, los colocones, los juegos guarros y de más locuras que, a una cierta edad, a todos nos parecen cuerdas. Pero un día ya no había nadie paseando en el pinar y no estaba la ropa tirada camino a la alberca. Se había ido sin explicaciones, y lo peor dejándome a mí allí. Lo que me gustaría recordar de aquel verano fue un largo beso de despedida, una carta con olor a violetas o el sonido de un teléfono, me gustaría recordar aquello que no sucedió.
Nos hemos vuelto a ver en contadas ocasiones, pero solo intercambiamos un atropellado saludo e incomodas conversaciones en las que una de las dos callamos. Aquel verano fue abandonado junto a la finca, quemando las fotos y los recuerdos, esfumándose como el humo de los porros en el jardín.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Besos de Naranja

Me encanta la naranja, siempre tan sabrosa, tan refrescante, con un color tan bonito. En la fruta, el yogur, los caramelos ¡siempre eligo el mismo sabor! Lo he probado casi todo, pasteles, zumos, heledos... Pero tengo que reiterar lo de "casi" por que aún no he probado lo mejor, un beso de naranja. Y no me refiero a tomar goma de mascar de este sabor antes de besarme, lo que quiero decir es que los labios sepan a naranja, a naranja con beso. He probado muchos labios, algunos dulces y tiernos, adictivos que volvía candente mi lengua rozando su paladar, pero nunca era el sabor que buscaba. Hay muchos tipos de besos y cada persona busca el perfecto, y al pensarlo en el suyo le viene una persona, una textura o una velocidad diferente.  Desde pequeña he soñado con ese momento, con unos labios de naranja. Todo surge de algo, a mi no me gusta esta fruta por su color, su sabor o su riqueza en vitaminas, me gusta por que cuando vi por primera vez el cuadro de "El beso" pintado por Klimt, me supo a naranja la boca, como si ese beso fuera mío, mi primer beso. He buscado esa misma sensación muchísimas veces y no la he encontrado. Pero un día unos labios me sabrán a naranja y ese día  habré dado el segundo beso de mi vida.